Taladrar-rellenar-facturar… el círculo de la muerte.
Nunca se me había ocurrido verlo tan explícitamente, y así, tal cual, comenzó una conferencia a la que asistí hace un tiempo referida a odontología para bebés.
Enfocar la patología dental de los niños, sobre todo de los más pequeñitos, únicamente a empastar y empastar y reconstruir y empastar y tapar agujeros al único sitio que conduce es a Guatepeor.
Cuando un padre descubre, de repente, que su hijo tiene un agujerito en una muela, saltan todas las alarmas.
De repente se desata una preocupación tremenda, y aparecen por la clínica los padres insistiendo en que quieren que se lo empaste, creyendo que con eso se soluciona «todo». Y normalmente hablamos de un «hallazgo casual», el niño no tiene dolor, come normal, juega, salta, bebe, muerde, sonríe. No es frecuente que exista dolor al comer cosas frías o calientes como le puede pasar a un adulto. Esto de debe tanto a la histología (a la estructura interna) tanto de los dientes de leche, como a lo esponjoso y elástico que es el hueso en los niños.
Todos sabemos lo que es un empaste…. pero ¿son los empastes (restauraciones, obturaciones, reconstrucciones…) la solución?
Cuando hacemos un empaste pretendemos recuperar la funcionalidad en la boca del niño: que el niño coma (hay que evaluar si había dejado de comer o de masticar por el lado de la caries), que el niño sonría (si le acomplejaba tener los dientes de delante agujereados), mantener el espacio para los dientes definitivos (a este punto le damos bastante más importancia los dentistas, que sabemos lo que sucede si se pierde prematuramente un diente de leche). Nunca el objetivo de hacer un empaste debe ser tranquilizar a un padre que ve un diente feo o un agujero.
Pero simplemente perforar una muela, empastarla y saldar la cuenta no soluciona ningún problema. El problema sigue ahí, y sigue porque NO TENEMOS UN DIENTE SANO, tenemos un diente en contacto con un material artificial, y en ese espacio entre diente y material las bacterias van a seguir. También seguirán en el fondo del agujero empastado, porque las bacterias son pequeñas y tal como lo demuestran infinidad de estudios, nunca las podemos eliminar del todo.
La cuestión, pues, es si lo que hacemos nosotros (drill-fill-bill) tiene sentido biológico, o vamos a contracorriente.
¿Cuál es el objetivo de la naturaleza a largo plazo? Que el niño sea un adulto competente y se reproduzca y continúe el ser humano poblando la faz de la Tierra. Uno llega a adulto si sobrevive a la niñez. Si durante la infancia suceden cosas que puedan ponerte en peligro, la naturaleza pondrá todo de su parte para esquivar eso y permitirle llegar a ser un adulto. Si un diente se pudre dentro del cuerpo de un niño, ya se encargará la naturaleza de desecharlo e ir sacándolo, aunque sea antes de hora. Los dientes del niño son importantes, pero es más importante el niño, con dientes o sin ellos. La naturaleza protege al niño «holísticamente», no como un simple portador de dientes.
Con los dientes definitivos no pasa esto y es más «fácil» que amenacen tu vida. De hecho, en las UCIs hay muchos más adultos que niños ingresados como consecuencia de una patología dental. La naturaleza tiende a proteger al niño.
Empastaremos si eso va a aumentar la calidad de vida del niño. Pero no creo yo, personalmente, que eso signifique que debamos empastar o reconstruir a costa de lo que sea. A mí me interesa un adulto sano, que sepa cuidarse, que tenga la boca sana el resto de su vida. Si para empastar tenemos que ayudarnos de «un señor muy grande con una sábana más grande todavía» (esto textualmente le propusieron a la madre de un paciente mío), si cada vez que el niño pasa por la calle de la clínica tiene que cambiarse de acera porque entra en pánico (también esto le pasaba a otro pequeño paciente)… no compensa. Hay que crear actitudes positivas hacia la odontología. No siempre la experiencia es agradable, por diversos motivos. A veces el niño se enfada porque está cansado, porque no le apetece abrir la boca y punto, porque está bloqueado por lo que sea…. y salvo en el caso de que sea un niño que acude con un traumatismo reciente, y hay que actuar de inmediato, en el resto de los casos nuestro aliado es el tiempo. El tiempo y la paciencia. El dentista que trata con estos pequeños pacientes debe tener una gran paciencia, como no podía ser de otra manera. Saber ponerse en el lugar de ellos. Vas a un sitio que no conoces, te plantan en una cama plegable tres veces más grande que tú, te enfocan con una luz que no te deja ver nada, que te deslumbra, y un señor con media cara tapada, para que no se le reconozca, y con guantes, para no dejar huellas, pretende ponerte la mano encima. Vamos, que yo tampoco me dejaría.
Si se crea un clima de confianza, si se consigue, durante la realización de la historia clínica y la exploración, entrar un poco en la forma de vida del niño y de su familia, podremos conocer cuál es la verdadera causa de que el niño haya llegado a la consulta: padres que no saben nada de cuidados dentales porque nadie se lo ha explicado, importancia del azúcar en la dieta del niño, motivación de los padres en el cuidado bucodental… Si los padres comprenden que el trabajo no es el que se hará en la clínica, sino el que harán ellos en casa, si se implican, tenemos un gran camino recorrido. Si los padres pretenden que el dentista haga todo el trabajo, pagar y olvidarse, no vale la pena.
Podemos comenzas a trabajar cuando tengamos claro que perforar-empastar y pagar es sólo una parte. Pero que el éxito del tratamiento no será que no se caiga el empaste, que también, sino, sobre todo, que no salgan caries nuevas. Y harán falta muchas o muy pocas citas, no se sabe. Las necesarias. Buscad un dentista donde el tiempo que se le dedique a cada paciente sea EL NECESARIO, y no el que decida un gestor, un técnico de ventas o una persona que no sea el dentista (con nombre y apellidos) que va a ocuparse de la salud (y de la enfermedad) de vuestro hijo.
Y por encima de todo, buscad un dentista que os explique, que os ayude, que le guste su trabajo, que lo disfrute, que le guste la gente, que le gusten los niños. Hay muchos más dentistas que tienen miedo de los niños que niños que tengan miedo del dentista.
Me encanta el blog!! soy odontopediatra y me identifico mucho con lo todo lo que cuentas! tienes una seguidora mas!
Un saludo!
Muchas gracias. Es fantástico poder contactar con profesionales afines, porque cuando vas a congresos y tal no te da tiempo a conocer gente.