Diríase que estamos en temporada alta de traumatismos dentales, a juzgar por la racha que llevo de niños con dientes rotos, y eso que nos encontramos en mitad de las fiestas navideñas y no en verano, donde la piscina, las bicis y los columpios son sitios en los que ya tenemos previsto que esto suceda. Todo el mundo espera que esos sean los grandes culpables de melladuras, labios rotos y caras desencajadas… Pues me temo que no es así en muchos casos.

¿CUANDO SE ROMPEN LOS DIENTES DE LOS NIÑOS?

Tenemos dos momentos críticos en el desarrollo de un niño en los que hay «picos» de incidencia de traumatismos dentales. Y normalmente éstos se producen en inocentes accidentes en el seno del hogar.

La mayor arma de destrucción masiva de dientes está en el salón de casa. Esa mesa baja. Esa mesa sobre la que el niño que comienza a andar se apoya y le ayuda a sostenerse y que rodea incesantemente, o que le sirve de empuje para llegar hasta el sofá y del sofá a la mesa una y otra vez. En general la materia prima de estos niños es la gominola de alta calidad, y el golpe, normalmente un traspiés, queda en un susto.

Posteriormente el niño se hace fuerte y se cree capaz de comerse el mundo… y a veces sí, se lo come, pero literalmente. Tiene ya una independencia importante, entra, sale, sube, baja y ya no busca con la mirada la aprobación de los padres. Es autosuficiente. En estas edades el niño ya es más mayorcito y esos golpes tienen más probabilidad de pasar factura a los dientes definitivos.

¿QUÉ TIENE QUE HACER UN PADRE CUYO HIJO ACABA DE TENER UN TRAUMATISMO EN LA BOCA?

Lo primero, tranquilizarse. Eso se consigue respirando lentamente, y no perdiendo la perspectiva: son dientes de leche, la evolución ha previsto que los niños se golpeen con frecuencia en la boca. Los dientes de leche tienen dispuesta la raíz (sí, los dientes de leche TIENEN raíz) de tal forma que ante un traumatismo PROTEGEN al diente definitivo, por lo general.

Segundo, evaluar el estado general del niño. Si llora, está consciente, respira y viene corriendo pidiendo ayuda, es que no es grave. Así que lo siguiente, tranquilizar al niño, que no es quitarle importancia diciendo «no llores que no pasa nada», sino «ay, vaya golpe, seguro que te está doliendo bastante, yo también lloraría si me hubiera golpeado así». Restar importancia aumenta muchos puntos la intensidad del dolor. Duele el labio y duele la incomprensión. Los padres o cuidadores tienen que  hacer ver al niño que está en un entorno de seguridad y que van a curarle y ayudarle.

Así que tercero, limpiar con agua fría, suavemente. Limpiar los restos de sangre tanto por dentro de la boca como por fuera. Así nos vamos a dar cuenta del origen de la sangre: el labio por dentro, o por fuera, o el frenillo labial superior, o que se ha mordido la lengua. Con esto normalmente vemos que la cosa suele ser menos de lo que aparentaba. Yo sé que da mucho miedo esto de limpiar la sangre y que parece que cuando hay sangre es territorio exclusivo para seres de bata blanca, pero de verdad, limpiad con cuidado como cuando es una herida en la rodilla. Además el agua fresquita el niño lo va a agradecer. Se empapa una gasa o un trozo grande de algodón en agua y se van eliminando restos de sangre, de coágulos, de tierra o lo que haya. Al niño se le explica cada cosa de lo que se le está haciendo, porque hacerle partícipe le distrae del dolor y le ayuda.

Cuarto, buscar rápidamente un medicamento que lamentablemente es muy difícil de encontrar y es caro y difícil de manipular, y encima no lo hay en farmacias (pero sí en el bar de la esquina) y que es imprescindible: HIELO. Un par de cubitos de hielo en una bolsa de plástico, envueltos en una servilleta y puestos de forma intermitente sobre la zona magullada disminuirá impresionantemente la inflamación y el hematoma. Esto sí es importante mantenerlo a pesar de las protestas del niño.

Y finalmente, acudir al dentista lo antes posible. Hay traumatismos en los que apenas hay sangrado y esos SON LOS PEORES porque suelen ser golpes verticales hacia arriba que incrustan el diente en el alveolo y son los que más repercusiones negativas tienen sobre el diente definitivo. Cuidado, porque EL SANGRADO NO ES SIGNO DE GRAVEDAD. Golpes de lo más «inocentes» muchas veces pasan factura a medio o largo plazo (incluso muchos años después).

El dentista evaluará mediante la historia clínica, la exploración y la palpación las posibles repercusiones del traumatismo. Si se ha quedado la pulpa expuesta, si hay una arista que dificulta el dar de mamar porque se clava el diente en el pezón, el grado de movilidad de ese diente y los compañeros, si el niño abre y cierra bien la boca, si puede moverla para los lados. Puede ser necesario hacer una radiografía en la que se verá el grado de desarrollo del diente, si está en su sitio o se ha movido, si hay fracturas internas, etc etc. Normalmente los traumatismos requieren revisiones al mes y cada tres meses durante un tiempo.

PRESTAR ATENCIÓN EN CASO DE:

Tanto el dentista como los padres estarán atentos a la aparición de los siguientes signos:

.- cambio de coloración del diente. Este puede tornar hacia gris, amarillo opaco o rosado, y cada color suele significar una cosa diferente.

.- aparición de una fístula, que es como un granito de pus en la encía a la altura de la punta de la raíz.

.- inflamación, aumento del volumen de la encía por dentro del labio.

Un dato muy importante: si como consecuencia de un traumatismo un diente DE LECHE sale despedido de su alveolo, NO SE VUELVE A COLOCAR, pues existe el riesgo de alterar la formación del diente definitivo. En dientes definitivos, sobre los 6-8 años, es otra cosa y en otro post hablaré de avulsión y reimplante.

Espero que paséis unas felices fiestas y que no tengáis motivo alguno de consultar este post ni de pasárselo a vuestros conocidos.