Otra pregunta sistemática en las clínicas dentales. Y como no podía ser de otra manera, no hay una sola respuesta válida para todo el mundo. Y en todo el mundo van dentistas, van pacientes, y van familiares.
Personalmente me son muy incómodos los padres de pacientes que no dejan hablar a su hijo. Que le preguntas al paciente desde cuándo le duele y el padre te dice que desde hace dos semanas. Que le preguntas que dónde y el padre te dice que media cara. Que le preguntas si lo asocia a algo y el padre te dice que no. Que ves la fecha de nacimiento del chaval y es en 1989… Así que si estos familiares insisten en entrar con su hijo, y en no dejar llevar a cabo un interrogatorio correcto… ¿qué les voy a decir a los padres de hijos que aún no se expresan bien?
En los textos “clásicos” es dogma que niños menores de 3 años pasen con los padres. Creo que hasta ahí todos estamos de acuerdo.
El “problema” surge con los mayores. Con los de exactamente 3 años y un día, que la semana pasada entraban acompañados y ahora deben entrar solos. Con los que no están acostumbrados a estar separados de los padres (¿acaso no es lo normal a esa edad?). Vamos a partir de la base de que NO ES EL PADRE el que tiene derecho a pasar o no, sino que es DERECHO DEL NIÑO EL ESTAR ACOMPAÑADO. Entendamos que no es una hospitalización, no es nada más que un rato, no es una UCI, no van a ser eternos días o ni siquiera horas lo que va a estar el niño separado. De acuerdo. Pero ¿qué necesidad hay de que el niño tenga ese componente de estrés? ¿Qué no es bastante estresante en sí mismo ir al dentista? ¿O es que el que se estresa es el dentista por tener ahí a los padres? No lo sé, no os puedo decir, mi gabinete en ocasiones se parece más al camarote de los hermanos Marx. Me parece interesante que esté la madre con el niño encima, el padre viendo lo que hago y al que le puedo mostrar que si aquí hay un agujerito, que si aquí hay mucha placa bacteriana; y el hermanito tratando de asomarse o de averiguar cómo funciona el botón del agua. Pero reconozco que esto es algo personal mío. Me angustio de pensar en un niño solito ahí tumbado, en un sillón que se hace inmenso bajo su espalda.
Conozco compañeros extraordinarios que no dejan pasar a los padres. Compañeros que hacen unos tratamientos pulpares de envidia, compañeros con unas habilidades y una experiencia que ya quisiera yo. Y que por este ”pequeño” obstáculo del ser o no ser, entrar o no entrar, su valía se pone en duda. Yo os animo a solucionar este tema. Y esto, como todo, se soluciona hablando. Cogiendo el teléfono y llamando… “Oiga, quiero hablar con el doctor Tal, a ver si por favor me pueden dar una cita, no es para hacerme nada pero es importante para mí poder hablar sobre el tratamiento de mi hijo”. Y vas y te reúnes con el dentista, en despacho, nada de hablar esto en el gabinete (es obvio que sentado o recostado en un sillón dental, ligeramente por debajo del taburete del dentista, no se está en condiciones de igualdad para debatir un tema). Se explican los porqués, el dentista tendrá los suyos, los padres otros, y se llega a un acuerdo. Dudo muchísimo que tras una exposición tranquila del tema ni uno ni otro tengan dudas en cómo hacer para que esos minutos en la consulta sean lo más agradables para el niño.
Es cierto que hay niños que están mucho más intranquilos cuando los padres están dentro. Parece que tienen que demostrar algo a alguien, temen defraudar, buscan la aprobación del padre cuando ahora lo que necesito es ser YO la autoridad… (el típico padre diciendo “niño, abre la boca. ¡Que te he dicho que abras!” cuando a lo mejor resulta que yo NO necesito que abra, y está recibiendo órdenes contradictorias).
Pero en MI experiencia, y reitero, MI experiencia, los padres colaboran, están atentos, ayudan a distraer, sacan sus dotes de cuentacuentos, actores, cantantes. Ayudan a sujetar al niño, a que no se mueva la cabeza, a que no se lesione sin querer con algún instrumento. Siempre es más apacible para el niño que sea su padre/madre quien le sujete que una auxiliar a la que no conoce, que va con mascarilla, o aunque sea con protector transparente, con guantes…
Los padres, normalmente, también conocen mejor que nadie a sus hijos y A SÍ MISMOS. Y es habitual que entre un progenitor solo y el otro se quede en la sala de espera porque “es que yo me pongo más nervioso y no le hago ningún bien al niño”. Lo saben. Saben cuándo tienen que hacer mutis por el foro. También se les puede invitar a salir si están nerviosos, y algunos lo agradecen y otros te dicen que mejor se quedan dentro. Y ya está.
Así que lo dicho, en atención sanitaria, TODO, ABSOLUTAMENTE TODO es negociable, incluida la presencia o no de los padres. No os echéis para atrás con eso de que “son las normas del centro”. Las normas se han hecho para ayudar a las personas, para que haya un orden, pero hablándolo tranquilamente se cambian y ya. No es difícil cuando hay voluntad.