Estos días cumplo mi mayoría de edad en la profesión. Y con más ganas que nunca. Me horripila que se me lleguen a acabar las ganas. He trabajado, poco, poco, en diversos sistemas, pero como casi todo hijo de vecino, he recalado en una aseguradora, una franquicia y la clínica de un protésico intrusista. En el primer caso estuve 9 meses, en el segundo también, y en el tercero si no recuerdo mal ni dos meses. Creo que tenía muy claro qué le pedía yo a la profesión, y lo primero era DORMIR TRANQUILA y lo segundo, NO IR AMARGADA A TRABAJAR.

Finalmente puse mi clínica, y con mis éxitos y mis fracasos hago y deshago a mi antojo. No le tengo que dorar la píldora a nadie, por eso me mantengo lejos de la universidad; estudio lo que quiero, lo que me apasiona, aquello con lo que más disfruto. En tiempos fue cirugía, luego estética y ahora me dedico a la salud. A la mía, y a la de mis pacientes. Lo primero es la mía, y por eso, no, majetes, no, mis jornadas laborales no son cada vez más largas. Tengo hijos. Pero aunque no los tuviera.

Que me dedique a la salud significa que no hago odontología para la enfermedad. Ya no voy por el camino de la enfermedad, a HACER y no tener tiempo de pensar. Hacer obturaciones, hacer endos, coronas, implantes, carillas, bla bla, todo eso. Y cuando viene un paciente a revisión a veces hasta tiemblas de pensar cómo estará lo que le has hecho. Sólo tú sabes que en el margen distolingual no conseguiste un sellado perfecto, y la restauración puede estar fracasando y a ver cómo le explicas que esa muela por la que tanto has luchado, pero está en su boca, tenga los días contados. Y a ver cómo le explicas que ahora un implante, y a ver cómo le haces entender que un implante puede fracasar , que lo de “para toda la vida”, es cierto mayormente dependiendo de cuándo se muera el paciente.

No, no hago esa odontología. Me levanto por las mañanas con la tremenda ilusión de que hoy tengo revisión de varios canijillos que tenían la boca de desastre hace 1 año, y ahora los padres han comprendido la importancia de la higiene y la alimentación, de las revisiones, etc, y ya no trato pacientes, sino que formo agentes de salud. Esto hace que me ilusione, que tenga ganas de ir a trabajar, que cuando saco a pasear al perro o cuando voy conduciendo se me ocurren decenas de ideas que no me da tiempo a llevar a cabo, que me doy cuenta de que hace mucho que no reviso en pub med si hay algo nuevo respecto a algún tema en concreto (no pasa nada, ya vendrá alguien por Facebook a preguntarme por algo de lo que no tengo ni idea y me vea obligada a estudiarlo para responder con sensatez).

Que hay pacientes, adultos, que te tocan la moral, pues claro, como en la vida misma. Y como en la vida misma, por fortuna son una inmensa minoría. Creo que simplemente poniéndonos en el lugar del paciente, el que está superocupado, el que no tiene un duro, el que lo tiene pero también tiene otras prioridades… somos capaces de entender sus reacciones. El dentista está por encima, es decir, está en SU ambiente, con SU equipo, él es el que tiene que ponerse a pensar qué se le está pasando por la cabeza al paciente, porque es él el que tiene la mente fría para pensar. El paciente está molesto, está cansado, le revienta la musiquita New Age o el ambientador de tu clínica. Quiere salir de ahí. Y no puede. Pero está ahí y no en otro sitio así que es TU MOMENTO para hacerte valer.

Que es duro trabajar de cara a la gente, bueno, pues no sé, hay días y días. A mí no me mina la moral el trato con el paciente. Si así fuera, me dedicaría a investigar el crecimiento de los estreptococos en cultivos con aceite de árbol del té, yo qué sé, pero no trabajaría con pacientes. Y menos con pacientes sensibles, doloridos, molestos física y emocionalmente por tener que “perder” el tiempo yendo al dentista.

Que te plantan un presupuesto para que lo compares y lo mejores, como si esto fuera una subasta de pescado en la lonja, pues muy bien, pero es que lo que tú das no se paga con dinero: la amabilidad, la empatía, el tiempo explicando los diagnósticos y planes de tratamiento… pero lo que menos se paga, porque ¿cómo se valora? es la ILUSION POR TRABAJAR. Eso es un intangible que se palpa. Que lo entiende el paciente, pues bien, que no, pues carretera y manta. Los pacientes nos buscan por cosas que uno mismo hace y el de al lado no. ¿Qué es lo que mejor se te da? ¿Qué ofreces tú que los otros no? ¿Tiempo, calidad, experiencia, instalaciones de lujo, frescura, exclusividad? Eso es lo que hay que mirar, qué haces mejor que cualquiera, sólo tú lo sabes, y eso es lo que tienes que explotar porque es lo que más te gusta y con lo que disfrutas.

Si no, estás abocado a malgastar tus horas de trabajo. No me hago a la idea de qué es echar horas y horas en un trabajo desagradable del que lo único que esperas es el momento de salir.

En fin, muchas gracias a todos los que me habéis hecho llegar a la mayoría de edad laboral, empezando por mi profesora de Biología de COU, que me dijo que yo como dentista… pffff… no era suficientemente madura para entrar en Odontología. Ahí animando, sí señor. No hay mayor reto que el que alguien te diga “a que no puedes”.