gelatina granito

¿A qué esperamos?

Es muy curioso cómo todavía hay muchos dentistas que opinan que ante una presencia más que evidente de patología, para plantear el tratamiento “hay que esperar”. Hay que esperar a que la lesión de mancha blanca se transforme en un boquete con eco. Hay que esperar a que  salgan los dientes definitivos, suelen decir. “Es muy pequeño, no se le puede hacer nada, para qué lo traes tan pequeño, ni siquiera voy a poder mirarle…”

La realidad que se suele imponer, sin embargo, es la de que la patología, si siguen los mismos factores de riesgo que la ocasionaron, avanza. Avanza hacia adelante. No regresa. No se resuelve espontáneamente.

Así pues, nos encontramos niños que muerden mal. Que tienen los dientes mejor o peor alineados, muy bonitos ellos, pero en los que por ejemplo los dientes de arriba están muy por delante de los de abajo, o con la boca cerrada los dientes de arriba cubren por completo o casi a los de abajo, o mordidas abiertas, o mordidas cruzadas. Niños que no tienen diastemas, o sea, espacios entre los dientes de leche. Dientes tan juntitos, tan bonitos… pero que expresan así la falta de espacio que tiene esa boca para albergar a los definitivos, que son bastante más grandes que los de leche. Cuando tengan que salir los definitivos, lo harán por donde puedan, apiñados, en mala posición o incluso no saldrán, como sucede muchas veces con los caninos quedándose incluidos en el hueso esperando de brazos cruzados. Los dientes definitivos salen en el hueco que estaban los de leche, si caben. Si los de leche estaban en mordida cruzada ¿cómo van a salir los definitivos? Si has aparcado montado en la acera porque no te cabía un Clío, ¿cómo vas a meter mañana en ese hueco un Mondeo?

Cuando encontramos estas bocas, desproporcionadamente pequeñas, ¿no hacemos nada? Si viéramos un niño de 5 años con una talla 21 de zapatos ¿no nos llamaría la atención? ¿y no nos la llamaría aún más si tuviera un 25 en un pie y un 28 en el otro? Pues no, no, en la boca esto se considera “normal”, esperamos a que crezca el crío, que en vez de un 25 y un 28 tenga un 35 y un 38…  ¿estamos tontos o qué?

Mientras los niños tienen solamente los dientes de leche, tenemos una oportunidad extraordinaria de trabajar sobre los huesos para ponerlos en condiciones para cuando salgan las piezas definitivas. La clave del asunto es la erupción del primer molar definitivo, “muela de los 6 años”. Los molares de los 6 años son unos bichos enormes. Están en la zona del hueso donde mejor pueden aguantar la fuerza de la masticación, tanto en maxilar como en mandíbula. Tienen una cara oclusal (la cara de la muela que muerde) grande, extensa, con muchas cúspides y surcos para proporcionar más superficie de trabajo, para MOLER, que para eso se llama “muela” y no “rodillo” o “tijera” o “lija”. Y unas enormes, largas, y anchas raíces. Es importante que esta muela encaje con la contraria de forma correcta, de una forma muy concreta, muy precisa, en cada movimiento de la mandíbula. Ah, sí, porque nuestra mandíbula no sólo hace un movimiento de apertura y cierre, como una bisagra, sino que además se desplaza lateralmente como en los rumiantes. ¿No será mejor ayudar al hueso y ponerlo en condiciones, ahora que es de la consistencia de la gelatina, para que cuando las muelas salgan lo hagan en el sitio correcto, que esperar a que salgan y mover semejantes órganos, cuando el hueso ya es como granito?

Cuanto más viejo más pellejo. Trabajar en un organismo de 5 años no es lo mismo que en uno de 11 ni parecido a uno de 20. A más edad estás mucho más limitado, los tejidos tardan más en responder, si responden, y es mucho más difícil llegar el punto al que queremos, y más fácil regresar al sito del que venimos.

Por tanto, si diagnosticamos una alteración en el desarrollo en un niño de 4 años (porque una maloclusión es un signo MÁS de un déficit de desarrollo), ¿qué hacemos? ¿En serio en todas las especialidades médicas (neurología, cardiología, traumatología…) se “espera”? ¿a qué? ¿a empeorar? ¿a que intercedan los dioses? ¿De verdad no se puede hacer “nada” antes? Pues lo siento, pero no puedo estar de acuerdo. Como dentista que trabajo fundamentalmente en prevención, lo primero va a ser la prevención primaria: eliminar o reducir los factores de riesgo que producen enfermedad: en este caso fomentar la lactancia materna, respirar por la nariz, insistir en una alimentación con una consistencia dura, seca, fibrosa, consistente, mostrar a los padres el perjuicio del uso de chupete y biberón a partir de que salga el primer molar de leche, dormir y mamar alternando las posturas de apoyo en la cama… y desde luego, si es necesario, colocar la aparatología que sea precisa para restaurar las funciones que YA se están dando MAL, fundamentalmente la masticación. No se puede caminar bien si los pies están mal y no se puede masticar bien si la boca no cuadra. La función hace al órgano y el órgano sirve para una función. Una lengua con una movilidad correcta, unos labios que sellan la boca sin tensión cuando no se está comiendo o hablando, unos músculos y articulaciones que se utilizan de forma simétrica el tiempo necesario, unos dientes y  muelas que se usan para lo que son, unos huesos, unos nervios, unos ligamentos, unos tejidos… cada órgano sirve para una función, y cada función requiere que los órganos con los que se realiza estén sanos.

Lo que hace que la boca esté equilibrada son las funciones orofaciales realizadas correctamente. Respiración, deglución, masticación, succión (en bebés). Las visitas al profesional lo más precozmente posible sirven para detectar interferencias que puedan estar alterando el crecimiento y desarrollo, y para plantear los tratamientos adecuados conforme a la edad y características individuales del paciente y de su familia. Esperar ¿por qué?  Cuando os digan que “hay que esperar”, preguntad “por qué”, “a qué” y “qué pasa si empezamos ya”.